CAPÍTULO
II
LA VIDA OCULTA DE
ESCRIVÁ DE BALAGUER
4. Un vidente con mucha vista - La
revelación divina
El hagiógrafo
oficial de la Obra, Salvador Bernal, que ha buceado y tergiversado la
vida de Escrivá, ha escrito su biografía de forma
apasionada, subjetiva y un poco extremosa, evoca las palabras que tres
meses antes del repentino fallecimiento del Fundador de la Obra,
concretamente el día de San José de 1975, durante una
escena trivial pero que es producto más del subconsciente que
del inocente que quiere presentarnos. Decía Escrivá:
"Hemos pasado por delante del edificio (Luchana 33 entresuelo, academia
DYA) hace poco, y el corazón me latía fuerte...
¡Cuántos sufrimientos! ¡Cuánta
contradicción! ¡Cuánta charlatanería!
¡Cuántas mentirotas!". (57) Y subrayamos tres
conceptos salidos de los mismísimos labios de Escrivá,
contradicción, charlatanería y mentirotas.
Si tales eran los comienzos, los orígenes, los primordios, Obra
y Escrivá se confunden pues "La Obra hasta ahora, no ha sido
otra cosa que la persona de su fundador. La inspiración divina
de su concepción, su origen sobrenatural, su desarrollo
posterior, todo, ha necesitado, porque así lo creyó
oportuno Escrivá, estar encarnado en su propia personalidad, en
su personalidad humana. La Obra, hasta ahora, ha sido él y
sólo él". (58)
Esos años oscuros, ese pasado nebuloso, había que
cubrirlo con un aura divina y establecer un contrato con el
Altísimo, para impresionar a los creyentes. Escrivá
tenía que seguir la tradición de los profetas
bíblicos o de los fundadores de religiones, tenían que
prefabricar un encuentro con el mismísimo Dios, de quien
recibiría la orden. Una videncia. Una aparición. Ese era
el mito y el desencadenante.
A la pregunta formulada que ¿De dónde nace su descomunal
aureola, de dónde su magnetismo? Alberto Moncada, que
conoció bien y muy de cerca a Escrivá, dice que "El padre
Escrivá para los hombres de fe es aquel a quién como
Moisés, habló Dios.
Una historia interna susurrada por lo
bajo hace
mención de apariciones, de mensajes divinos que nunca terminan
de explicarse bien. Si a la parapsicología se la pudieran dar
los datos quizá podríamos tener alguna idea de lo que
realmente pasó en esos momentos estelares de su vida. Pero ni la
ciencia está todavía madura ni creo que se le den esos
datos.
"La carga emocional con que la gente crédula se encara con lo
sobrenatural convierte en semidioses a los presuntos emisarios de lo
divino hasta hacer de sus ropas talismanes y de sus palabras
oráculo.
"La única manera honrada que tiene la gente común de
contrastar esas personalidades es enjuiciar sus obras, sus frutos, su
comportamiento con las modestas herramientas de la ética
más universal". (59)
Han sido muchas las interpretaciones, las opiniones, las controversias
sobre el origen divino, el mensaje celeste, el soplo mágico que
sirvió de desencadenante a la Obra, en la persona de su autor.
Para unos el punto alfa fue el día 2 de octubre de 1928
"mientras realizaba unos ejercicios espirituales ve lo que Dios espera
de él. Ve que el Señor le pide que ponga su vida entera y
todas sus energías al servicio de lo que será el Opus
Dei". (60) Para
un historiador como Artigles "el 2 de octubre de 1928 - es la fecha del
pistoletazo de salida, el día señalado - que todas las
publicaciones del Opus Dei dan como punto de inicio de la Obra.
Según algunas de esas publicaciones Escrivá fue impulsado
a fundar el Opus por una inspiración divina. Por el contrario,
comentadores hostiles estiman que los orígenes verdaderos de la
Obra, al menos como la conocemos hoy, fueron muy posteriores,
probablemente en 1939, en los meses que siguen al final de la Guerra
Civil. Hay que señalar que esta última opinión
prevalece, también, entre los antiguos miembros del Opus Dei que
se han separado de la Obra". (61)
Otros autores señalan el escenario en "el 2 de Octubre de 1928,
cuando celebraba la misa -exactamente después de la
consagración de la Hostia y el Cáliz - Josemaría
Escrivá de Balaguer "tuvo palabras del cielo sobre lo que
tenía que ser la Obra". (62)
Se vuelve a insistir en el origen sobrenatural de la revelación.
La versión del hecho que nos relata el jesuita Walsh
sitúa a Escrivá en las proximidades de Madrid, en una
casa de retiros propiedad de los Padres Paúles, rezando, cuando
"vi el Opus Dei. Al mismo tiempo oyó sonar las campanas de la
cercana Iglesia de Nuestra Señora de los Angeles, que celebraba
la fiesta patronal, pues el 2 de Octubre es el día en que los
católicos conmemoran la fiesta de los Angeles Custodios. Lo que
sucedió realmente no está del todo claro. Algunos
miembros del Opus Dei quieren creer que Escrivá de Balaguer tuvo
una visión celestial, pero ni él mismo llega a afirmar
tanto". (63)
Muchas y muy diversas han sido las apariciones admitidas por la
Iglesia. En todas ellas y para su reconocimiento oficial ha exigido
pruebas, evidencias, hechos y datos concretos, testimonios
irrefutables. La certeza entre lo sobrenatural y la superchería
estriba en el tratamiento con seriedad de temas tan delicados y
controvertidos. Escrivá se encargó de difundir y divulgar
la imagen de la visión divina para relacionarla con el instante
de la Fundación del "invento". La realidad única es que
la Iglesia Católica no ha reconocido ni oficial ni oficiosamente la
aparición, ni la iluminación porque "no hay pruebas".
(64)
Y no hay pruebas porque no se produjo, sencilla y llanamente. Es otra
mentira urdida al amparo del abuso en la fe y de los espectaculares
efectos que produce todo lo que se quiere relacionar con lo paranormal.
Aportamos un testimonio de excepción, el de un amigo de juventud
de Escrivá, que nos narra cómo "es curioso que pese a la
gran amistad que me ofreció siempre, no me habla en el
año inicial de 1928 de su gran proyecto fundacional. Sí
me habla, en cambio, hacia 1929 de crear una asociación o
congregación eminentemente juvenil y universitaria
bautizándola en principio con el nombre de Caballeros Blancos.
Pero nunca en aquel tiempo, a pesar de nuestra gran amistad, me
contó que el 2 de octubre del año anterior, mientras
hacía un retiro espiritual en la Iglesia de los Paúles de
la Calle Gracia de Paredes en Madrid, se sintió llamado "a ser
en la tierra - según explica hoy su biógrafo Salvador
Bernal -el instrumento elegido por
Dios para realizar una empresa divina del Opus Dei".
"La realidad es que Escrivá se negó siempre a hablar de
una manera absolutamente clara, de ese presunto suceso del 2 de octubre
de 1928. Sí en cambio el actual Prelado del Opus, Alvaro del
Portillo, comentó que el joven José María rezando
en su retiro de los Paúles "vió el Opus Dei -son sus
palabras - y oyó repicar las campanas de la no muy lejana
parroquia de Nuestra Señora de los Angeles, junto a Cuatro
Caminos, que sonaban al voleo festejando a su patrona". A mí,
cuando por primera vez me habla en abstracto de la "Obra" es en 1931 y
al preguntarle alguien - según cuenta Salvador Bernal -
"cómo va esa Obra de Dios" responde que no quería que lo
que trataba de hacer como apostolado se llamara de ninguna manera. Y no
obstante, fue esa pregunta la que se decidió a tomar como
nombre: "Obra de Dios", "Opus Dei", "Operatio Dei", "Trabajo de Dios". (65)
Si la cuestión de la revelación divina, nunca reconocida
en la Iglesia Católica, ha quedado en entredicho, ha evidenciado
que se trata, por parte del Opus, de fabular y con algo tan serio como
es la visión mística de Dios, recibir el mandato y el
imperativo directamente de Nuestro Señor Jesucristo, sin que se
haya producido y sin que la Iglesia haya tenido el menor indicio o
convicción para haberlo reconocido.
La denominación acuñada por los miembros del Opus como
"la Obra", "sonaba a título algo provisional. Se ha sugerido que
su fundador pensó en un tiempo en llamarla Sociedad de
Cooperación Intelectual o SOCOIN" (66) aunque nada en concreto
salió de esta idea.
En el Opus Dei la mentira se oficializa. Esa falsa fecha del 2 de
octubre como fecha fundamental, falsa la intervención de Dios
mismo y de su presentación en el astral a Escrivá. "Hay
una prehistoria del Opus Dei de la cual no se sabe nada, o muy pocas
cosas, hasta la Guerra Civil española, hasta el fin de esta
guerra, pero lo mismo si ellos -los miembros del Opus Dei -no saben
nada de sus comienzos, los exégetas y los turiferarios oficiales
del Opus están a punto de crear toda una mitología, de
construir y difundir una leyenda dorada alrededor de este nacimiento y
de sus primeros balbuceos misteriosos". (67) Las cosas son como
son y no se puede andar engañando a los incautos.
Para Moncada el mensaje que Escrivá confiesa haber recibido de
las alturas -y que cuenta veladamente a los iniciados -es un mensaje de
influencia de la doctrina cristiana en el mundo civil. No fue algo
esporádico, casual, inesperado. "El ardoroso sacerdote de
Barbastro sabía muy bien lo que hacía cuando por
inspiración divina -según contaba él mismo
-tomó una decisión". (68)
De nuevo a Salvador Bernal, su más fanático y
enfervorizado biógrafo, le traiciona el inconsciente cuando
escribe atribuyendo la reflexión a una confidencia del propio
Escrivá "¿Qué puede hacer una criatura que debe
cumplir una misión, si no tiene medios, ni edad, ni ciencia, ni
virtudes, ni nada? Ir a su madre y a su padre, acudir a los que pueden
algo, pedir ayuda a los amigos... Eso hice yo en la vida espiritual.
Eso sí, a golpe de disciplina, llevando el Compás". (69) Y me atrevería a
decir la escuadra y el mandil.
Si en el origen de la Obra se manipula con el camelo de la
revelación divina, y sus sicarios "institucionalizan" un hecho
que nunca se produjo y es de invención tardía, posterior,
lo que sí es que hay que dar al síntoma la magnitud que
merece y por ello se confiesa un miembro: "a partir de los años
sesenta, no vi más Evangelio que Camino, ni más profeta
que Josemaría Escrivá" (70) a pesar de que en
"Camino ¡No hay contexto! Es una doctrina, si se osa decir, un
pensamiento prorrumpido en 999 pedazos disparatados. Un caleidoscopio". (71)
No sólo a Escrivá se le apareció el
mismísimo Dios. También vió la fisonomía
del diablo, del genuino demonio, cuando de pronto, mientras una
criatura indescriptible, ¿enano, gnomo, pequeñuelo? se
atraviesa saltando, le obstruye el camino, se enreda entre sus piernas,
le empuja, casi lo tira, lo injuria y finalmente le lanza este grito a
la cara: " - Burro... ¡Burro!". Y el joven cura responde:
"-Burro, sí. ¡Pero burro de Dios!".
"El sacerdote se llama Josemaría Escrivá. Es él
quien ha contado esta anécdota a sus amigos hace algún
tiempo. Según él, la criatura que lo empujó e
injurió fue el diablo. Esta irrupción en su camino
¿era un signo de favor de Dios o de furor del diablo?". (72) El visionario
tenía mucha vista.
REFERENCIAS
57. Bernal, p 175.
58. Moreno, "El Opus Dei, anexo a una historia", 1976, p 16.
59. Moncada, "El Opus Dei: Una interpretación", p 126.
60. Le Tourneau, pp 12-13.
61. Artigues, op cit.
62. Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei, p 12.
63. Walsh, p 30.
64. Magaña, p 16.
65. Cavanillas, op cit.
66. Walsh, p 11.
67. Le Vaillant, p 14.
68. Garcia Romanillos, Fernando, "La cara oculta del Opus," Historia,
No. 6 (septiembre 1975).
69. Bernal, p 45.
70. Moncada, Historia oral del Opus Dei, p 126.
71. Le Vaillant, p 18.
72. Ibid, p 9.
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