CAPÍTULO
II
LA VIDA OCULTA DE
ESCRIVÁ DE BALAGUER
3. Seminario y adolescencia
Existe una
confesión sincera y directa del propio protagonista en
relación con su decisión de elegir los estudios
eclesiásticos que no ofrece lugar a controversias. "Yo nunca
pensé en hacerme sacerdote, ni dedicarme a Dios. No me
había planteado ese problema, porque creía que no era
para mí. Más aún: me molestaba el pensamiento de
poder llegar al sacerdocio algún día, de tal manera me
sentía anticlerical". (27)
Así, textualmente, en estos propios términos lo
manifestó Escrivá de Balaguer. Y por otra parte, ninguno
de los que le trataron de niño pensó que sería
sacerdote.
En relación con la asignatura de latín, y siguen siendo
palabras proferidas por Escrivá en una charla íntima y
confidencial, manifestaba "recuerdo que cuando cursaba el bachillerato,
estudiábamos latín en el colegio. A mí no me
gustaba y decía: el latín para los curas y los frailes...
¿Veis que estaba bien lejos de ser sacerdote?" (28)
El biógrafo oficial y miembro del Opus que más piropos y
adulaciones hace del Padre en su exegética obra escrita con
fines de publicidad y propaganda, Salvador Bernal, tiene que claudicar
y doblegarse ante la evidencia corroborando que "sabemos que a
Escrivá no le interesaba la carrera eclesiástica: no le
atraía ser cura". (29)
Tanto es así que cuando en Logroño comunicó sus
intenciones a su padre no fueron recibidas con alegría, sino con
tristeza, no fue un propósito acogido favorablemente, sino que
la reacción de su padre fue la de llorar de rabia porque como
nos narra en primera persona Escrivá, al relatar ese instante en
el que dijo a su padre su intención de ser sacerdote,
éste tuvo lágrimas no de emoción sino de
impotencia porque, y son palabras de su hijo "él tenía
otros planes posibles ". (30)
Agustín Pérez Tomás, condiscípulo en
Logroño, alude a que un compañero dijo alguna vez a
José María que podía ser sacerdote y él
respondió muy convencido: "¡Bah!, tonterías". (31) También Paula
Royo, coetánea, insiste en que nunca hubo nada en su
comportamiento, algo externo, que hiciera pensar en su vocación
sacerdotal. (32)
¿Cuál era la predisposición de Josemaría
Escrivá cuando toma la decisión de cursar estudios
eclesiásticos en el seminario? El mismo nos aporta la respuesta:
"yo no tenía ni una virtud, ni una peseta". (33) Aquí nos habla
de su carencia de virtudes y también, y esto es el subconsciente
que le traiciona, lo ensambla con el dinero, con lo material, con lo
económico, con las pesetas. Eso sí se jactaba de que "soy
muy tozudo". (34)
Por lo tanto, en 1918, a los 16 años de edad, sin virtudes
cristianas y sin pesetas - según su propio testimonio -
comenzó sus estudios eclesiásticos en el seminario de
Logroño, sin ser un seminarista completo dentro del cuerpo
estudiantil, por su frágil y afeminada salud, comenzando su
carrera como seminarista externo.
La insuficiencia en las letras latinas va a pesar decisivamente en la
vida y en la Obra del padre Escrivá. (35) La arrastra cuando
entra en el seminario de Logroño y la seguirá padeciendo
en el de Zaragoza. "Iba flojo en latín", dicen sus
compañeros de una y otra ciudad. "Era una vocación
tardía, es de los pocos curas que saben hacerse la corbata", y
añadían "y no tiene ni idea de latín".
En el seminario de Logroño permaneció desde octubre de
1918 hasta septiembre de 1920 en que se trasladó a Zaragoza.
Este cambio brusco de ciudad y de centro, de seminario, es un punto
obscuro en su vida que está bastante claro. Fue expulsado del
seminario de Logroño y la causa tuvo que ver con su
condición de homosexual. Luis Carandell al preguntarse por lo
que ocurrió en el seminario de Logroño para que apenas
obtenido el Exeat o transferencia de jurisdicción de Barbastro a
Calahorra, decidiera trasladarse a Zaragoza, no descarta la posibilidad
de que Josemaría Escrivá hubiese sido protagonista de
algún incidente e incluso de una expulsión del seminario.
(36) Esta
decisión de
ir a Zaragoza nadie, ni el mismo protagonista la ha justificado ni
explicado.
Las biografías dicen que la elección de Zaragoza se
debió a que pudo ingresar en el seminario de la ciudad del Ebro
por estudiar derecho después del incidente en el seminario de
Logroño donde fue "apañado", merced a los buenos oficios
de su tío carnal don Carlos Albás, que a la sazón
era Canónigo Arcediano de la Seo. El canónigo hermano de
su madre intercedió por la petición que le realizara su
hermana, pues no se daba muy bien con su cuñado del que pensaba
había sido con su conducta irregular el responsable de la
situación económica de la familia y del que
conocía muchas cosas. Este desprecio por su cuñado lo
dejó patente al no asistir a las exequias ni al entierro cuando
falleció en 1924. Don Carlos, por ser hombre recto y virtuoso y
conociendo las interioridades de su sobrino José María,
tampoco estaría presente en la primera misa de su sobrino,
cantada el 28 de marzo de 1925, a pesar de que fue por su
mediación por la que pudo echar tierra sobre la "faltilla" del
Seminario de Logroño y pudo proseguir los estudios en el
seminario de San Francisco de Paula de Zaragoza y por la influencia de
su tío obtener una plaza en la residencia sacerdotal de San
Carlos. No hay que olvidar que la primera misa es, como nos recuerda al
hablarnos de la ausencia de Don Carlos Albás el jesuita Michael
Walsh, una de las mayores concelebraciones familiares dentro de la
comunidad católica. (37)
Don Carlos conocía profundamente a su sobrino.
Se conservan las notas escritas de un profesor de José
María en el curso 1920-21 que definen al seminarista de
"inconstante y altivo" y donde también consta que "tuvo una
reyerta con don Julio Cortés y se le impuso el correspondiente
castigo". (38)
Hay que resaltar de este período que en sus estudios en el
seminario no obtiene Escrivá resultados particularmente
brillantes. (39) En
1924 llega incluso a suspender la asignatura de Historia de
España. Tampoco son muy favorables las opiniones que su conducta
mereció a sus compañeros que le recuerdan como un
"muchacho más bien antipático, poco dado a la
conversación y que apenas participaba de las preocupaciones,
inquietudes o esparcimientos comunes". (40) Algunos de ellos
interpretan este rasgo de su carácter como vanidad, orgullo o
soberbia, sin que falten los que lo atribuyan a una timidez que en esa
época no ha superado todavía.
Otros lo encuentran mediocre, cerrado, sin interés. Todos
parecen coincidir en una cosa: el tenía cierta tendencia a la
idolatría... a la autoidolatría. (41) Una suerte de vanidad
escondida que va a estallar al filo de su vida, al filo de sus
ambiciones realizadas, cuando se le felicita por algún triunfo,
él tiene la costumbre de responder: "¡Oh! yo no soy
más que un pobre cura ordinario" lo que provoca forzosamente la
elogiosa negación del interlocutor.
En Zaragoza tuvo un momento en que brincó de su pupitre y
gritó a los asistentes enmudecidos: "¡Formidable!
¡Soy formidable!". Lo que contrasta con la opinión de un
compañero de Escrivá en el seminario, Manuel
Mindán Manero, que lo ha calificado de "hombre oscuro,
introvertido y con notable falta de agudeza, un hombre de pocas luces". (42) Otros
compañeros de estudios lo mencionan como "un joven poco mezclado
en la vida común, de aspecto reservado y de temperamento a la
vez rígido y ardiente, que se desborda a veces en bruscas y
violentas cóleras". (43)
En el Seminario contó con la protección del cardenal
Soldevilla, que sería asesinado en 1923, y que le dispensaba un
tratamiento especial, confiándole que le informara si el resto
de los estudiantes del seminario cumplían las normas; era como
una especie de confidente, una actividad de "prefecto de disciplina" en
el interior de las aulas. Sus condiscípulos recuerdan
cómo el Cardenal alguna vez le indicaba: -"Ven a verme cuando
tengas un rato". En reconocimiento a su labor y como premio a la
delación a sus propios compañeros fue la
distinción externa de tener en la residencia una
habitación individual y un fámulo a su servicio (los
fámulos eran seminaristas que por su pobreza tenían
matrícula gratuita y se encargaban del aseo de ciertas
habitaciones y de servir la mesa para todos).
Al final de sus estudios eclesiásticos comenzó a preparar
su tesis sobre la ordenación sacerdotal de mestizos y
cuarentones en los siglos XVI y XVII. Nunca llegó a terminarla. (44)
La primera misa se celebró en el Pilar, en la capilla de la
Virgen, el 28 de marzo y a la misma asistieron muy pocas personas, unas
doce, (45) lo
que evidencia la poca simpatía que a todos los niveles gozaba el
nuevo sacerdote.
Por ello forma parte del grupo de jóvenes curas que desean dejar
su diócesis de origen para ir a residir en la de Madrid y como
insinúa uno de sus historiadores "este período de su vida
es bastante oscuro". (46)
En el mes de marzo de 1927 es autorizado por el Ordinario para
trasladarse a Madrid, (47) aunque
tampoco por aquel entonces parece que al joven Escrivá le
preocupara demasiado el mundo eclesiástico. Escrivá a
pesar de dirigirse espiritualmente con un jesuita, tenía un
notorio recelo por el clero y hablaba muy despectivamente de tantas
fundaciones de frailes y monjas que "nacen para hacer cosas
evangélicas y terminan dedicándose a educar niños
ricos". (48)
En relación con los supuestos estudios de Derecho realizados por
Josemaría Escrivá cuenta Antonio Pérez que fue, en
ciertos momentos de su vida su secretario particular, que "el Padre
Escrivá no era un gran jurista, como nos lo han querido
presentar después. Yo incluso
dudo mucho de que hubiera estudiado Derecho. Nunca vi su
título de licenciado y tal como eran las cosas en la Obra, de
haberlo, se le hubiera puesto en un marco dorado impresionante. Desde
luego, por las conversaciones que teníamos, yo creo que si
había estudiado derecho lo había olvidado por completo.
En todo caso no era aficionado al derecho y tenía incluso por
él un cierto desprecio". (49)
La cita es definitiva.
La tesis que se le atribuye sobre la abadesa de Las Huelgas, que
publicó en 1944 con su nombre como autor, fue
íntegramente redactada y escrita por el sacerdote Bugar. Una vez
publicado, Escrivá tuvo la "santa desvergüenza" de
presentarlo en la Universidad para que le dieran el título de
doctor en Derecho por ese trabajo escrito por el que sería
confesor del Caudillo, en el que se encontraba la historia de la
potestad jurisdiccional de la citada monja. Entre las pistas que lo
delatan como no autor de su texto se encuentran las numerosas citas en
alemán, idioma que desconocía por completo
Josemaría Escrivá, como también lo ha detectado
María del Carmen Tapia.
(50)
Aunque la obtención de los títulos académicos se
encuadra en las recetas que Escrivá tenía para su logro,
como se nos indica en el libro de Ma. Angustias Moreno titulado La otra cara del Opus Dei, al
reproducir una carta del abogado Féliz
Pons, antiguo colaborador de Escrivá, que cita
textualmente frases del Padre relativas a la obtención y
disfrute de títulos como que "en Zaragoza había un buen
amigo que sin examinarme, me aprobaría y me daría el
título" o que no era preciso estudiar - le decía
Escrivá- porque "cuando tengamos las cátedras, todos
tendrán sus carreras, sus doctorados, muchos títulos,
porque eso atrae mucho a la gente" rematando con que "nuestro fin es
acaparar todas las cátedras para que así podamos dar a
los nuestros sus carreras hasta sin examinarse, muchos títulos y
condecoraciones". (51) Eso
está dicho y escrito. Por lo que hay que pensar que
Escrivá, como su caridad empezaba por sí mismo,
aplicará para él lo que predicaba y quería para
los suyos.
Julián Cortés Cavanillas conoció a
Josemaría Escrivá en 1928 y lo describe como un curita
natural de Barbastro, que en "aquella época era un tipo de lo
que hoy se clasificaría como de cura progresista y contestatario
sobre todo en ciertos aspectos exteriores y dialécticos, que
vestía con frecuencia de paisano", (52) revelándonos en
su artículo un aspecto inédito que son "las vacilaciones
que alguna vez asediaron su vocación tras la muerte en
Logroño de su padre don José, el 27 de noviembre de 1924".
En Madrid uno de sus primeros empleos fue el de preceptor de los hijos
de un marqués; en los momentos en que empezaba a "barruntar" lo
que debía de ser el Opus Dei (53) acudía
diariamente a casa de un aristócrata madrileño. Para
obtener más ingresos trabajaba como capellán de un
convento de monjas. En 1932, su madre se desplaza a Madrid para vivir
en un modesto piso de la calle Martínez Campos número 4,
donde admite huéspedes (54)
como patrona de estudiantes que buscan pensión.
Fisac precisa dos aspectos de la personalidad de Escrivá de
aquellos años: "En mi opinión, el padre Escrivá no
era un intelectual" y también, y esto es más relevante
que "apenas había libros religiosos en el cuarto del Padre". (55) El Eusko-Ikasle
Socialista lo considera "ya que no brillante, un curita aragonés
bastante cateto". (56)
Hasta 1944 sería el único sacerdote del Opus.
REFERENCIAS
27. Bernal, p 55.
28. Ibid, p 57.
29. Ibid, p 59.
30. Ibid, p 58.
31. Ibid, p 27.
32. Ibid, p 31.
33. Ibid.
34. Ibid, p 30.
35. Carandell, pp 142-143.
36. Ibid, p 147.
37. Walsh, p 25.
38. Bernal, p 63.
39. Carandell, p 151.
40. Ibid, p 26.
41. Le Vaillant, p 12.
42. Ynfante, "La prodigiosa aventura del Opus Dei", p 6.
43. Artigues, p 17.
44. Walsh, p 27.
45. Bernal, p 67.
46. Le Vaillant, p 11.
47. Le Tourneau, Dominique, "El Opus Dei", p 13.
48. Moncada, "Historia oral del Opus Dei", p 15.
49. Ibid, p 19.
50. Ibid, p 20.
51. Ibid.
52. CortésCavanillas, Julián, "Mi amigo el padre
Escrivá," Diario "ABC" (14 septiembre 1986), p 52.
53. Carandell, p 70.
54. Ibid, p 169.
55. Moncada, "Historia oral del Opus Dei", pp 90-91.
56. Ynfante, "La prodigiosa aventura del Opus Dei", p 386.
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