CAPÍTULO
I
LAS SECTAS Y EL OPUS DEI
9. Los despojos humanos o la
destrucción psicológica
Cuenta Saralegui: (115)
"Es por ese sentido de autoridad por el que se aparta a los socios
jóvenes de sus familias, se les prohíbe que cuenten a sus
padres la verdadera situación de sus relaciones con la
Institución, se les controlan férreamente sus lecturas,
su tiempo, sus relaciones sociales; se les niega la asistencia a
espectáculos, se suma un trabajo interno al profesional a fin de
que les sea difícil una reflexión crítica,
profunda y serena. Ese espectáculo de la presión
psicológica sobre corazones y cabezas inmaduros nunca lo he
podido aprobar. Hay otros rasgos de la Obra que, como todo lo humano,
tienen su cara y su cruz; éste para mí, ha sido
sólo cruz durante muchos años".
¿Por qué si la Obra es de Dios como dicen, si sus fines
son buenos, por qué tanto daño a tantos?
En la Obra algunos obtienen muchos bienes, a costa de mucho
daño, a base de mucha falta de amor, con muchas personas
destrozadas en su más íntima existencia.
El Opus es un fenómeno teratológico.
Los relatos siguen pautas bastante similares, en las acusaciones
dirigidas con regularidad. "Vi que su conducta cambiaba -decía
una madre de su propia hija que había ido a Lakefield, el
colegio del Opus Dei en Hampstead, Londres. Era una maravilla de hija y
ahora se ha vuelto reservada e introvertida". (116)
Las restricciones sobre las chicas parecen estar basadas en el miedo de
que, si estuviesen expuestas a acontecimientos familiares, los lazos de
afecto se restablecerían rápidamente. La asistencia a
bautizos o a bodas se considera especialmente peligrosa. Al menos dos
antiguos miembros del Opus en Inglaterra han explicado que su
decisión de dejarlo se manifestó por la negativa del Opus
a permitirles hacer de damas de honor en las bodas de sus hermanas. Las
visitas al hogar son muy escasas, y están estrictamente
reglamentadas: un par de noches al año es todo lo que
está permitido. En una ocasión un padre, conductor de
camión, se encontró con su hija en Londres; ella
decidió de improviso volver a casa con él para hacer una
visita. Un superior del Opus llamó a la casa y acusó al
padre de haber secuestrado a su propia hija.
Las relaciones de los jóvenes con sus familias son
prácticamente nulas. Desde la Obra se fomenta una clara
división entre la familia espiritual y la familia natural.
Incluso las Navidades las pasan los numerarios con quien les hacen
creer que son sus familias: El Opus.
Si existen centros de desprogramación de miembros del Opus es
porque previamente ha debido existir una programación. Eso es
obvio. El lavado de cerebro, como es el caso que nos ocupa, sólo
puede ser tratado mediante un adecuado tratamiento clínico, que
devuelva el raciocinio y el libre albedrío a la persona sometida
a los dictados de la organización. A través de la
manipulación religiosa se consigue el rompimiento de la psiquis
del individuo, alterando sus naturales sentimientos y convicciones,
arrastrándole hacia un abismo de irracionalidad y fanatismo.
Es el efecto que se conoce como "desorden disociativo atípico" (117) según lo
denomina la Asociación Americana de Psiquiatría o
"síndrome de la conversión al culto" como lo llama el Dr.
Clark.
Es un hecho denigrante e inmoral el que, por medio de técnicas
perfectamente estudiadas que vulneran la fragilidad de la mente humana,
se reduzca a las personas mediante temores y coacciones de
índole religiosa y espiritual a estados de servilismo y
esclavitud ante la inconsciencia del propio afectado.
Entre las formas y medios para anular las voluntades y conseguir los
fines preestablecidos se encuentran la de proporcionar al sujeto una
alimentación insuficiente. Los organismos débiles son
más frágiles que los cuerpos sanos y robustos. Es muy
normal que las sectas establezcan dietas especiales que, a la larga,
producen desnutrición o bien que prohíban por motivos
religiosos una serie de alimentos que pueden ser básicos para el
régimen alimenticio.
El descanso debe ser insuficiente. Es necesario que el adepto duerma
poco y mal, que no se relaje con un profundo sueño reparador,
que no se regenere. Se recomienda la vigilia nocturna, la guardia, la
vela. Incluso se llega a interrumpir el sueño a horas
intempestivas con la disculpa de hacer ciertos rezos o jaculatorias,
que, según los dirigentes, hacen bien al espíritu, cuando
lo que produce la falta de sueño es minar la resistencia del
hombre. El lecho debe ser molesto, incómodo, duro. Hay que
ofrecer ese nuevo sacrificio a Dios que nos agradecerá el hecho
de no dormir o de dormir a sobresaltos.
Se tiene que programar una actividad exhaustiva y desmesurada,
fatigante, ocupacional, al individuo. Hay que tenerle siempre en activo
aunque sea en cosas inútiles, realizando cometidos de toda
índole, desde la captación al proselitismo, el desarrollo
del trabajo profesional, las prácticas religiosas, los
cintarazos, el estudio, los cilicios, los círculos, los corros.
Hay que imprimir un ritmo frenético y sin parar, donde no haya
tiempo para pensar. Hay que imprimir una sensación de angustia
que no podemos hacer ni terminar en la jornada las tareas y los deberes
que tenemos que acometer, para sentirnos vejados y culpables,
inútiles, poco santos, pues la santidad se logra cuando se llega
a la meta de lo imposible, cuando se rebasa el listón
inalcanzable. Con una actividad estresante y agotadora, con poco tiempo
para el reposo y comida frugal y ligera, el organismo se va
deteriorando y la persona degradando.
La información que se reciba debe proceder de la propia Secta.
Hay que cortocircuitar la comunicación del adepto con el
exterior, controlar todos sus movimientos, sus hobbies, sus
sentimientos sus ideas, debiendo estar preferiblemente
acompañado.
Hay que atacar a los sentidos bloqueándolos. Es el ataque
sensorial bajo el pretexto de cometer el permanente y perenne pecado.
Hay que fustigar a los sentidos mitigándolos, lo que
provocará atrofias psicomotrices y alteraciones orgánicas
graves. Para reprimir los sentidos siempre estará afilada la
espada de Damocles del castigo y la penitencia, por pecados
inexistentes, figurados, artificiales, paranoicos, pero eficaces para
producir un sentimiento de miseria y culpabilidad interior en la
persona humana, que le provoque angustias vitales, polarizando y
disociando la personalidad. Es la secta la que marca las pautas de lo
puro y lo impuro, lo recomendable y lo abominable, lo justo y lo
injusto y el clan presiona para que se cumpla lo ordenado y se
castiguen ejemplarmente los desvíos, con humillaciones y el
desprecio de los compañeros y el aislamiento interior.
Agotamiento nervioso y terror. He aquí dos claves que van
minando la capacidad racional y potenciando a extremos inauditos la
emocional.
Se consiguen efectos de regresión e infantilismo que se traduce
en el propio y exiguo lenguaje que se utiliza en el interior de la
secta con significados ambiguos y cómplices. Palabras pueriles
utilizadas por personas adolescentes y veteranas.
Con todo ello debidamente dosificado se consigue la "drogodependencia
grupal", la afección sectaria sin cortapisas. Y lo que es peor,
la destrucción total y absoluta del adepto al que se ha reducido
a ser una herramienta, un instrumento eficaz para la obediencia y la fe
ciega en los designios que le imponga el Padre acatando cualquiera de
sus caprichos o veleidades como verdades incuestionables, como dogmas,
llegando a sumirse en la creencia de que uno está por propia
voluntad en la secta y que los fanáticos son los demás,
el resto de la humanidad. La cohesión interna se consolida
apiñándose en torno al Padre y considerando como graves
calumnias cualquier crítica procedente del exterior.
También les está vedado hacer algún tipo de
crítica sobre el Padre o el comportamiento de los dirigentes de
la secta. Son esclavos de nuestro tiempo, en los umbrales del siglo
XXI. Robots programados y dirigidos.
A ello hay que añadir la supresión de las propiedades del
adepto que lo dejan insolvente y que para sobrevivir no tienen
más remedio que establecer una acerada dependencia.
Suprimida la individualidad se ha conseguido el objetivo
despersonalizador.
A veces lo importante no es lo que cree, sino cómo lo cree. (118)
Son como las moscas atrapadas en un plato de miel. (119) Encadenarse al Opus es
perder todas las facultades intelectuales volitivas y espirituales para
convertirse en un autómata, en una marioneta, al servicio de la
Obra y del Padre. El Opus es la comedia de la hipocresía. Miguel
Fisac reconoce (120)
que lo único que le proporcionó el Opus fue padecer un
"auténtico martirio espiritual hasta su salida" y que "ha sido
después de su salida del Opus Dei cuando ha realizado más
obras y de mayor interés".
Conseguir desprogramar a los adeptos es una tarea de reeducación
lenta. Se precisa hacer snapping para comenzar una fase de
recuperación y de reajuste del sujeto para que vuelva a tomar
contacto con la realidad y extirparle las alucinaciones que le han
podido imbuir en la Obra.
REFERENCIAS
115. Moncada, "Historia oral del Opus Dei", p 123.
116. Walsh, p 176.
117. Rodríguez, "Esclavos de un Mesías", p 139.
118. Rodríguez, "El poder de las sectas", p 30.
119. Cobo, Nicolás, "Faro inconfundible" (junio 1988)
120. Fisac, Miguel, en "¿Por qué no es Ud. Del Opus
Dei?", op cit, p 215.
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