CAPÍTULO I


LAS SECTAS Y EL OPUS DEI


8. Malos tratos y coacciones


"Mi hija está trabajando de fregona gratis -asegura la madre (105) -. La hacen trabajar de diez de la mañana a once menos cuarto de la noche, sin parar, para que no piense. Yo les he dicho a las señoritas que la época de los esclavos negros ya había acabado, pero la respuesta de ellas es que lo que hace lo hace por Dios. Pero mi hija no está fregando suelos gratis para Dios, que no lo necesita, sino para la Obra".

Covadonga Carcedo relata también su experiencia sobre las vejaciones de las que era objeto cuando fue agregada del Opus Dei (106) "me levantaba a las seis de la mañana, besaba el suelo exclamando 'serviam', me duchaba con agua fría. Después del trabajo, me aplicaba dos horas diarias de cilicio y entregaba todo mi salario a la Obra. En el Opus, como en todas las sectas, tienen una gran capacidad para lavarte el cerebro pero lo cierto es que son una auténtica cohorte de escribas y fariseos. Predican que allí no hay lujos y, sin embargo, a los numerarios ricos tienen que asistirles las auxiliares ataviadas con cofia durante los retiros espirituales. Ahora se les está yendo mucha gente, sobre todo los jóvenes, que no sabían que una vez ingresados se convertían en auténticos esclavos".

Las normas diarias que el miembro que vive en una casa del Opus Dei debe observar son muy prolijas. (107) Una persona que fue durante más de diez años socio numerario del Opus Dei me ha asegurado que durante los siete primeros años de su militancia en el Opus, vivía en tensión constante y había sido incapaz de cumplir con todas las normas señaladas. Aún más, creía que ninguno de los que con él vivía o había conocido en las filas del Opus Dei lo había conseguido.

Otra observación importante es que todas esas series de normas son partes integrante del "espíritu de la Obra". Al levantarse besan el suelo y hacen el ofrecimiento de todas las cosas del día a Dios,  pero el fruto de ese ofrecimiento lo recogen los dirigentes sectarios. Se duchan con agua fría y les tienen todo el día ocupados para que caigan rendidos y no tengan tiempo de pensar en la miseria en la que han convertido su existencia.

La dinámica coercitiva es una característica esencial de toda estructura sectaria y no debería sorprender el encontrarla en grupos tan aparentemente honorables como el propio Opus Dei. (108)

Un conocido arquitecto, Miguel Fisac -que fue uno de los doce primeros afiliados al Opus Dei -, un auténtico vieja guardia que fue miembro de la Obra durante años afirma:

Durante el tiempo que estuve en la Obra me coaccionaron hasta extremos inadmisibles. Tanto que cuando al final conseguí que me dejaran salir Alvaro del Portillo (gran guru y sucesor de Escrivá de Balaguer) me pidió perdón por esas coacciones y las justificó diciéndome que como yo había mostrado una gran generosidad, ellos la habían interpretado como vocación.

Este mal llamado exceso de celo o "santa coacción" en terminología de la Obra, tan propio del sectarismo explotador que identifica vocación (religiosa, humanitaria, etc.) con sumisión irracional y esclavismo, no es justificable ni con argumentos terrenos ni con alegatos divinos.

Pretender encubrir miserables coacciones, del tipo que sean y en el grupo que sean, con la excusa de una "entrega desinteresada al ideal" es tan poco de recibo como pretender justificar la actividad del gremio de los ladrones bajo el manto de campaña humanitaria contra el materialismo egoísta y pecador.

La tortura no sólo es física, sino también, y en este caso más sutil, psicológica. Como prueba de ello el testimonio de María del Pilar Domínguez Martínez, de Tuy (Pontevedra), (109) cuyo testimonio nos informa que nada más afiliarse al Opus, cazada por una numeraria, fue llevada a un médico de la Obra para que dictaminase si no poseía taras físicas. Posteriormente las mortificaciones la deformaron el cuerpo y las "confidencias", las charlas, adquirieron su verdadero carácter de interrogatorio, por lo que manifestó su descontento. Cuando advirtió que quería salirse del Opus Dei, su superiora decidió llevarla a un psiquiatra de la Obra.

En 1965 la señorita Tapia fue llamada a la sede de Roma, donde la pusieron virtualmente bajo arresto domiciliario durante ocho meses. No se la permitió comunicarse con el mundo exterior, ni por teléfono, ni por carta. Se la informó de que a cualquiera que preguntase por ella se le diría que estaba enferma o ausente. En un período de tres meses su cabello se volvió blanco. Preguntó si podía volver con su familia a España y el permiso se lo denegaron. Tapia había sido directora de la sección de mujeres de Venezuela. El Opus la arrebató el pasaporte y todos sus documentos personales. Al marcharse, por fin después de la pesadilla, fue obligada a confesarse. (110) Un sacerdote del Opus Dei la advirtió que no importaba la penitencia que hiciera por sus diversos "delitos", era poco posible que se salvara. En su relato en el National Catholic Reporter, describe el tratamiento maleducado e insultante que recibió de manos del Fundador. Concluye: "mi asombro es infinito cuando oigo ahora que monseñor Escrivá está en proceso de beatificación".

La coacción también se produce por los documentos que hacen firmar a los adeptos que les impiden tomar actitudes críticas por temor a las represalias.

Las numerarias duermen encima de una tabla sin colchón y tienen una altura determinada que, al taparse con la colcha, dan un aspecto de cama normal, por si pasa alguien que no sea de la Obra. (111) El Padre dice que las mujeres necesitan meter el cuerpo en vereda, que no hay que darles ciertas comodidades porque es fuente de tentación.

Las numerarias usan el cilicio dos horas todos los días, menos los domingos y fiestas de guardar. La disciplina es otra mortificación de tipo corporal a la que son sometidas: es un látigo de cuerdas que termina en varias puntas. Se usa los sábados y sólo los sábados. Tienen que entrar en el cuarto de baño, despojarse de la ropa interior y de rodillas, azotarse las nalgas durante todo el tiempo que tardan en rezar un Salve. De no hacerlo se tienen que confesar por ello, aunque no sea pecado, ni falta grave.

En cuanto a los hombres, nos aclara Alberto Moncada, (112) a los jóvenes se les acostumbra a manejar las disciplinas, una o dos veces por semana, y el cilicio, que llevan dos horas diarias bien apretado al muslo, durante las horas de estudio. Una vez a la semana tienen que dormir en el suelo, en el famoso día de guardia que cada uno tiene señalado para redoblar la observancia de sus hermanos.

El cilicio es una mortificación que según se les manifiesta a los adeptos del Opus es completamente necesaria, aunque a juicio de una exmiembro de la Obra (113) "se trata de un objeto trasnochado que produce un sufrimiento innecesario". El uso del cilicio (cinturón con pinchos) como práctica, es una norma en la secta. En una ocasión una menor se lastimó y se hizo un corte en un muslo, (114) y cuando preguntó su madre la mintió. Después averiguó la madre que la herida de su hija de 15 años había sido producida por el cilicio. A esas mentiras las denominan "secretos de la Obra".

Para comprender la aceptación voluntaria de los malos tratos por parte de las sectas pseudorreligiosas hay que remitirse al proceso despersonalizador que han sufrido y al complejo de culpabilidad que les han creado. Se les mentaliza que acatar el dolor físico producido por las autolesiones es una vía de evolución espiritual para la expiación de los pecados y para la redención de las culpas. Se trata de un fervor irracional el acatamiento de los desprecios y malos tratos que reciben por parte de la Obra. Cuanto más apretado esté el cilicio, más hiera y más marque, cuanto más callado el padecimiento, mejor se considera al adepto. Si las paredes del retrete quedan manchadas de sangre después de aplicarse la disciplina semanal, serán méritos a tener en cuenta y desde luego querrá indicar inequívocamente, que la impronta y la secuela del sectario está impregnada de forma indeleble.


REFERENCIAS

105. Revista "Tiempo" (11 Abril 1988).
106. Revista "Interviú" (06 Abril 1988).
107. Ynfante, "La prodigiosa aventura del Opus Dei", p 117.
108. Rodríguez, "El poder de las sectas", p 70.
109. Revista "Tiempo" (04 Agosto 1986).
110. Walsh, p 181.
111. Revista "Marie Claire" (Diciembre 1987).
112. Moncada, "Historia oral del Opus Dei", p 141.
113. Revista "Interviú" (06 Abril 1989).
114. Ibid.


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