CAPÍTULO II


LA VIDA OCULTA DE ESCRIVÁ DE BALAGUER


11. Santo y seña


Seis años después de la muerte de Escrivá, el 12 de mayo de 1981, se abría en Roma su proceso de beatificación. Recordemos que en esa época estaban también en curso los procesos de beatificación - aunque algo olvidados y durmiendo en los anaqueles y las estanterías los legajos que informan su causa por no poder permitir que se elevara a los altares a miembros de la Obra antes que a su propio artífice - del ingeniero Isidoro Zorzano, el amigo del alma y de intimidades de monseñor, muerto en 1934, y la joven estudiante catalana Monserrat Grases, fallecida en 1959 a los dieciocho años de edad.

Para Fernando García Romanillos, Escrivá dentro de la Iglesia fue una figura "controvertida por su afán de notoriedad personal". (212) Pero la Obra le necesita para sus intereses Santo, con el reconocimiento y toda la pompa y ceremonial del Vaticano "que el fundador era un santo al nivel de los grandes santos como Francisco, Domingo o Ignacio de Loyola". (213) Como opina Walsh todo esto es, sin duda, muy loable, pero surgen complicaciones cuando se intenta presentar un relato honesto de la vida de Escrivá. El Opus controla la información sobre él. Los libros que autoriza son naturalmente hagiográficos. Los dos más importantes son el de Salvador Bernal y el de Andrés Vázquez de Prada. Ambos autores son miembros del Opus, aunque en ninguna de las biografías que aparecen en los libros se mencione este pertinente detalle. Parece no haber otras que intenten una valoración imparcial de Escrivá de Balaguer. No es difícil descubrir por qué.

El Opus está decidido a presentar cada retrato de su fundador como el candidato perfecto al honor de la santidad oficial. Tiene que ser visto como una persona que fue especialmente escogida por Dios para la suprema misión de fundar el Opus. Debe ser considerado no sólo como heroicamente santo, sobresaliente en todas las virtudes, sino también como sabio y erudito.

Un sacerdote del Opus, un par de meses después de la muerte de Escrivá, durante la confesión de una miembro (214) la susurraba entusiasmado: "El Padre, que aunque la Iglesia aún no lo haya definido, es santo". Esa era la consigna general, la palabra de orden de divulgar y expandir por todos los medios, desde homilías y sermones, desde revistas y publicaciones, desde púlpitos y desde confesionarios.

El Opus presiona para realizar su sueño dorado. Están a punto de conseguirlo. Dispendio de medios y despilfarro económico para el empeño no van a faltar. La rentabilidad, en términos monetarios y de marketing, la plus valia que se obtendría con esta beatificación del fundador compensaría la inversión fortísima que están llevando a cabo. Al padre Escrivá sólo le falta hacer un milagro reconocido por la autoridad eclesiástica. (215)

Hasta Juan Pablo II los milagros necesarios para una beatificación eran dos, y otros tantos para la canonización. Pero el Papa Wojtyla, que es proporcionalmente el papa que ha llevado más santos a los altares, ha preferido rebajar la cuota. Más aún, ahora los milagros son más fáciles de aceptar porque se ha introducido el elemento psicológico.

Conseguir que un candidato llegue a los altares cuesta mucho dinero y por ello sólo los "ricos", es decir las congregaciones religiosas o las grandes diócesis pueden permitírselo. Eso explica que la mayoría de los santos oficiales en la iglesia sean religiosos o sacerdotes y no seglares, ya que una simple familia, por rica que sea, no podría nunca permitirse el dispendio que supone empujar a alguien hacia los altares.

Para conseguir que alguien entre en el engranaje de la canonización cuentan no poco las llamadas "recomendaciones". La primera y más eficaz es la del papa. Si él quiere y así lo hace saber al prefecto de la congregación para la causa de los santos, es evidente que el recomendado tendrá preferencia.

Mucho se ha especulado con el nombramiento por parte del Papa Wojtyla del prefecto para los santos al anciano cardenal Pietro Palazzini, conocido por sus "excesivos entusiasmos por la Obra". (216)

Sobre los denominados "abogados del diablo", los postuladores que tienen que poner pegas a las virtudes del futuro santo, corre en Roma la anécdota de que estos tienen que abrir la puerta de sus despachos "con los pies, porque las manos las tenían siempre cargadas de regalos", aunque un modo más sutil de ganarse a estos eclesiásticos encargados de empujar un proceso es el de hacerles saber que un cardenal importante se interesa "por su carrera", una tentación, se dice en Roma, a la que suelen ser muy sensibles todos, con pocas excepciones.

En 1986 el cardenal vicario Ugo Poletti declaraba cerrada la fase diocesana del proceso de beatificación. Inmediatamente comenzaría la segunda fase de la que se encarga el dicasterio vaticano. Poletti definió a Escrivá de Balaguer como "un precursor del Concilio Vaticano II". (217)

Mientras tanto el Opus ha gastado y sigue gastando "cientos de millones para hacer santo a su fundador" (218) al que ya se ha declarado "venerable" faltándole el milagro para convertirlo en beato y santo.

La poderosa maquinaria del Opus se puso en funcionamiento inmediatamente después de la muerte de su fundador. El pistoletazo de salida fue el estertor del tránsito. Comenzaron a arreciar las cartas de todos los socios, en campaña perfectamente organizada para la apertura de la causa que fue finalmente presentada por el Cardena Ugo Poletti el 19 de febrero de 1981, formándose dos comisiones, una en Roma y otra en Madrid que se reunieron 98 veces y escucharon a 98 testigos que habían conocido y tratado a Escrivá de Balaguer, testigos elegidos, aduladores, interesados, parciales, selectos, no discrepantes, homologados... Se escribieron seis mil folios que fueron "estudiados" por el abogado del diablo ad hoc, padre Eszer Ambrosius, y examinadas por el teólogo simpatizante de la Obra, Antonio Petti. La firma la estampó el papa, el mismo que horas antes de celebrarse el cónclave en el que salió elegido, se postraba, el 16 de octubre de 1978, ante la tumba de Escrivá en posición implorante -sin comentarios-.

El teólogo Enrique Miret Magdalena no reconoce en el padre Escrivá heroicidades especiales, aunque un obispo sudamericano ilustra: "El Opus ha invertido en este caso todo su poder y decenas de millones de pesetas. No se va a permitir el fracaso ni que su fundador se quede en "venerable". El Opus es una multinacional del espíritu. Piénsese que el Opus ha pagado inclusive a cada testigo y a toda su familia la estancia en Roma mientras durasen los estudios, así como un viaje premio. Parece un concurso o una subasta donde la zanahoria es el logro de la santidad para un hombre nefasto. De lo contrario no haría falta tantos esfuerzos. Pero querer demostrar lo contrario cuesta mucho más trabajo.

Para Luis Carandell, un buen abogado del diablo debería preguntarse "por qué el fundador del Opus Dei fue y sigue siendo un personaje discutido".

El papa, al que se le conocen sus filias al Opus, se ha rodeado de una corte de personas miembros o proclives con la Obra, que argolla la Sede de Pedro, entre los que podemos citar, a título meramente enunciativo y sin ningún carácter exhaustivo: el cardenal Pietro Palazzini, propulsor y artífice de la canonización de Escrivá; el cardenal Sebastiano Baggio, ex-prefecto de la Congregación de los Obispos; el arzobispo de Cotonou, Bernardino Gantin, prefecto de la Congregación de los Obispos; el cardenal Agnelo Rossi, administrador del patrimonio de la Sede Apostólica; el cardenal Eduardo Martínez Somalo, cuyo puesto en el escalafón le sitúa como el tercer hombre más importante del Vaticano; Julián Herranz, miembro del Opus y Secretario de la Comisión Pontificia para la Interpretación auténtica del derecho canónico de la Santa Sede; Raffaello Cortesini, miembro del Opus y Secretario de la Comisión Pontificia para la interpretación auténtica del derecho canónico de la Santa Sede; Raffaello Cortesini, miembro del Opus y Presidente de la Comisión para la Causa de los Santos; Joaquín Navarro Valls, miembro numerario del Opus y portavoz del Pontífice a través de la Secretaría de Prensa Vaticana desde 1985. Está agradecido al Opus por su contribución a las finanzas vaticanas. El dinero a veces tiene razones más poderosas que el espíritu. Los mercaderes del Opus Dei se han vuelto a instalar a las puertas del templo, en la propia basílica de San Pedro.

El expresidente de la Confederación Episcopal española, Angel Suquía, sabe que debe su nombramiento a la malla tejida por el Opus y él o es uno de la Obra o por lo menos está a su servicio. Cuando fue nombrado Suquía arzobispo de Madrid - Alcalá, lo primero que organizó fue una peregrinación a Torreciudad, el santuario del Opus Dei en Huesca.

Si la razón que lleve a santificar a Escrivá de Balaguer se basa en la fuerza del dinero, si el Opus ha convertido la santidad en moneda de cambio y el otorgamiento en un título nobiliario cotizable para proseguir los grandes negocios, Escrivá, para el que la vida fue una gran carcajada, después de su muerte su enigmática sonrisa helará a la comunidad de creyentes.



REFERENCIAS

212. Romanillos, op cit.
213. Walsh, p 20.
214. Moreno, "El Opus Dei, anexo a una historia", p 339.
215. Arias, Juan, Diario "El País" (22 abril 1990).
216. Ibid..
217. Periódico "El Alcazar" (08 noviembre 1986).
218. Revista "Tiempo" (07 mayo 1990).


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