CAPÍTULO
III
CRIPTOJUDAÍSMO Y EL OPUS
DEI
5. Los ghetos judíos como
modelo para el Opus
El modelo y el patrón de la
estructura interna del Opus Dei no es la comunidad cristiana basada en
la caridad y en el amor de todos sus semejantes. El esquema interno de
la Obra, su organigrama interior y sus leyes y normas de funcionamiento
son un plagio, una transposición de la vida religiosa, social y
jurídica de las comunidades del ghetto judío, reguladas
por el Talmud y las leyes
rebínicas del Kahal.
Escrivá de Balaguer crea el Opus a imagen y semejanza del ghetto
judío, reglamentando su vida en común bajo los
mismos
principios y dando una cohesión intrínseca basada en las
experiencias y en las regulaciones normativas, en las prescripciones,
en las que se basaba la Ley del Kahal.
Podemos afirmar sin
ambigüedades que Escrivá colma las antiguas normas de vida
espiritual judía con alegorías y lenguaje cristiano. Son
los viejos odres rabínicos y el agua bautismal. Habla en
cristiano y piensa y siente en hebreo.
Todos los niveles de comportamiento y de intransigencia férrea
sobre el grupo son manifestaciones resultantes del espíritu del
Talmud. El Opus Dei es la institución del rabinato en el seno de
la Iglesia Católica.
Escrivá en su juventud conoce y aplica el espíritu del
ghetto que se refleja en el libro de Jacob Brafmann El libro del Kahal
donde se detalla la vida, la norma y la administración de los
ghettos judíos que Escrivá quiere asimilar para su futura
Obra, copiándolo al pie de la letra.
Generalmente se piensa que ser judío es simplemente profesar la
religión judaica, pero en realidad es otra cosa bien diferente,
es nada menos que pertenecer a un pueblo diferente y distinto elegido
según ellos -a aquel en que se ha nacido o se vive.
Erróneamente se tiene la consideración de que la sinagoga
no es más que el lugar de culto de los israelitas, cuando se
ignora que además es su centro de gobierno, su legislatura, su
foro, su tribunal, su escuela, su bolsa y su club. (106) La sinagoga es el alma
del judaísmo y su alma a la vez no es la Biblia, sino el Talmud
que se materializa en el kahal, en el que desde que el judío
llama a los umbrales de la vida, hasta que sus despojos, lavados con
agua hervida con rosas secas, vive secretamente sometido.
El Kahal, como el Opus para sus miembros, rige sus existencias, los
subordina y avasalla, los reduce y los maneja infaliblemente. El Kahal
existe dondequiera que hay un núcleo judío, que si es
pequeño el número se le llama Kehillah y si son muchos y
cuentan con rabino y sinagoga, ya es un kahal, que tiene
jurisdicción sobre los Kehillahs de las inmediaciones y de los
aledaños. Si el número de la comunidad hebrea es
considerable, donde se concentran en una misma ciudad millares de
hebreos como la ciudad de Nueva York, por ejemplo, donde se dan cita
millones de judíos - se instala un Gran Kahal, que tiene
ámbito jurisdiccional sobre los kahales de todo el territorio.
El
Kahal actúa como un soberano invisible y absoluto al que deben
doblegarse voluntades personales e intereses individuales, igual que en
el Opus Dei, réplica de su sistema y funcionamiento. El Kahal
también juzga a modo de tribunal y persigue como implacable
exterminador. El Opus juzga permanentemente a sus miembros vigilados
entre sí y los corrige y enmienda. Kahal y Opus son dos
realidades de la misma identidad.
Comercio, política, economía, religión, vida
privada hasta en sus detalles más íntimos y minuciosos
-relaciones entre padres e hijos, entre marido y mujer, entre amos y
criados -todo está regido por el Talmud y controlado por el
Kahal -el Opus- que es su expresión concreta. (107) Existe una estrecha
inteligencia entre el Rabino que elabora la doctrina y el Kahal que la
aplica y que el público en general ignora, se licencia, se
guarda y se confunde.
El Kahal y el Opus, legislan su régimen interior a su
albedrío y antojo, según las máximas y los dogmas
talmúdicos. Más recóndito está y
actúa el Beth Din, tribunal secreto que juzga al margen de la
justicia convencional, siendo sus códigos no los textos legales,
sino su propio
espíritu judaico. El engaño ha consistido en hacer
parecer a las
comunidades judías o al Opus Dei como simple asociaciones de
carácter religioso, ocultando con esta apariencia su verdadera
naturaleza. Su presentación es como núcleos inofensivos,
cuando son en realidad sociedades secretas que controlan de forma
totalitaria a los individuos que forman parte de ellas. (108)
Los judíos, como el miembro adepto al Opus Dei, son
individuos sujetos totalitariamente a la comunidad israelita o a la
Obra en lo político, lo económico, lo religioso, lo
militar, lo cultural y hasta en lo privado. Son los hombres más
carentes y privados de libertad de la tierra. Son esclavos de un deseo
y de una promesa. Se les obliga al secreto, se les reduce al silencio y
a la obediencia ciega e irreflexiva a la comunidad judía, a la
Obra y a sus órganos de gobierno, que para la mayoría,
incluso para los que están dentro, siguen siendo ocultos y
secretos.
Su única libertad es la de obedecer a sus jefes y directores
espirituales. Obediencia debida, conjurada y juramentada en todo, en el
trabajo y en la ideología, en lo religioso y en lo cultural.
Nada deberá hacerse sin el beneplácito inapelable de los
jefes y directores espirituales que son los que marcan de forma
indeleble la personalidad desprovista de sus seguidores. Pedir permiso
para todo. No tener iniciativas propias. Cualquier sugerencia a
emprender, debe contar con la aquiescencia y el conocimiento previo y
preliminar del "superior",
El Opus, igual que el judaísmo, es la actualización del
fariseísmo de antaño, que otorga a los rabinos no
sólo el papel de sacerdotes y sumos sacerdotes, sino
también el de líderes políticos, el de gobernantes
totalitarios y omnímodos de las comunidades judías o del
Opus Dei dispersas en el mundo. Tanto los rabinos, como los dirigentes
del Opus dirigen sin contemplaciones en todos los planos de la vida
humana a sus seguidores, en lo político, económico,
religioso, social, en sus inquietudes particulares, porque de su
influencia hacen un instrumento totalitario, valiéndose de un
intrincado sistema de presiones y control, de espionaje y de
infiltración en todos los órdenes de la vida personal y
moral de sus seguidores, para imponer su voluntad y dominio.
La palabra "sinagoga" como el término Opus, tiene tres
significados: como asamblea o célula básica organizativa,
como templo o edificio, bien inmueble donde se reúnen, que puede
ser un templo o en casas particulares que dependen de otras casas de
ámbito regional o de una demarcación mayor según
la entidad territorial o el núcleo de los adscritos y por
último también es sinónimo de totalitarismo
judío cristiano, donde sus dirigentes se erigen en foros de
obediencia suprema.
Entre los judíos los "Parnasim" o miembros del Kahal regional o
local y en el Opus Dei los directores espirituales - que pueden ser o
no sacerdotes de la Obra -dirigen la comunidad local, planifican la
infiltración de sus miembros en todos los estamentos, partidos y
grupos políticos, económicos, laborales, etc., sin
importarles la ideología, por ello nos encontramos judíos
y miembros del Opus Dei en las huestes de los partidos y organizaciones
de izquierdas y entre los partidos de derechas o de centro. Su
fijación es la obediencia servil.
Dice el israelita Jacob Alejandrovich Brafman, que el control de cada
individuo judío es muy minucioso en todas las actividades de su
vida pública y en la privada y que el dominio totalitario de
la comunidad judía sobre el individuo judío es absoluto y
hasta penetra en la intimidad del hogar israelita. (109) Igual que en el Opus Dei.
El secreto para conseguir la obediencia ciega y totalitaria es la
coacción, las leyes represivas, la intimidación con el
castigo de la eterna condenación sin atenuantes si se desobedece
a los superiores inmediatos, las mortificaciones, las evidencias, las
represalias como reos del crimen de esa colectividad. Desobedecer a los
superiores en estos núcleos es semejante a ofender a Dios, a
apartarse de la senda del "bien" y entrar en el camino de la
"perdición" eterna. Es el mayor de los pecados. El desacato no
se tolera y su corrección más que fraterna es terrible.
Entre las medidas que se toman contra los judíos disidentes que
desobedecen, equiparadas a las que adopta el Opus Dei, se encuentran
las siguientes:
Todo judío al ingresar en la "Santa Hermandad Sinagogal" tiene
que firmar documentos comprometedores que una vez suscritos no vuelve a
ver pero que sabe de su existencia. Cada cierto tiempo tiene que
renovar sus juramentos de fidelidad de forma pública y solemne
ante los demás, para que no exista la más mínima
duda y se evite cualquier tentación de arrepentimiento del paso
dado. Se debe prestar subordinación a ultranza al Kahal o a la
Obra, por encima de cualquier valor o institución exterior,
porque sólo en el círculo interno se encuentra la verdad,
debiendo informar a los rabinos o en su caso a los directores
espirituales en la Obra, de todos los pormenores y secretos a los que
el judío o miembro del Opus Dei tenga acceso, ya sean militares,
políticos y los miembros del Opus Dei viven permanentemente
hipotecados para toda su vida.
Las leyes internas de la secta judaica o de la mafia católica
obligan a ventilar las diferencias en el interior. Los trapos sucios se
lavan en casa. Las controversias las debe conocer y resolver el rabino
o los superiores de la Obra. El escándalo no debe jamás
trascender a la opinión pública, que debe vivir en la
ignorancia de las interioridades del ghetto y de la Obra.
-Al judío, como al numerario que desobedece, se le priva de la
relación carnal con su cónyuge, para lo que se insta a la
esposa que también suele ser de la Obra -endogamia judía
y del Opus o espiritual- que niegue toda relación sexual hasta
que el marido vuelva al redil de la obediencia a las órdenes de
sus jefes, para que pueda regresar al lecho matrimonial.
-Como santa coacción también están permitidas las
sanciones pecuniarias, siendo tanto el Opus como el judaísmo los
grupos totalitarios mejor financiados del mundo.
-El fanatismo y la intransigencia son tan exacerbados que en
casos de desobediencia grave y pública puede llegarse a la
eliminación física del "desertor" o el malsín. En
el Opus hay un sin fin de "muertes providenciales" y "misteriosas" de
hombres que sabían demasiado y que no interesaban en un momento
dado. En el judaísmo sucede otro tanto. Los intereses en juego
son tan enormes que no se detienen ante nada.
Cada miembro de la comunidad es un espía para sus hermanos y
están obligados a denunciar cualquier signo o síntoma de
desafección a las órdenes emanadas o a la comunidad. Por
ello en una comunidad basada en la delación no puede haber ni
sincera amistad, ni confianza, ni hermandad. Denunciar al descarriado
es un timbre de gloria. Ser confidente de las intenciones heterodoxas,
un tanto a favor del denunciante. La disciplina mediante este sencillo
método está siempre garantizada, por funcionar integrados
los sistemas más minuciosos de información, espionaje y
traición. Así vemos a hijos denunciar a sus padres,
esposas contra esposos, amigos entre sí en todo el mundo
judío y del Opus.
-La pena en casos de contumacia en el "error" de la desobediencia y de
la liberación del yugo del grupo o comunidad, es el herem o
excomunión, lo que conlleva una especie de muerte civil y donde
antes era ficticia hermandad, ayuda recíproca y socorros mutuos,
de pronto, como por un resorte se convierte en animadversión y
muerte civil, negando el pan y la sal, haciendo al que se marcha de la
espiral de obediencia el boicot más espantoso en todos los
dominios, en el económico, en el social, en el político y
en el personal. Hay que arruinarlo, eliminarlo socialmente,
desacreditarlo, infamarlo, anularlo y neutralizarlo.
-La obediencia se da hasta en la censura previa a las lecturas, los
juegos, las diversiones, los espectáculos e incluso los amigos.
El no judío en un goim, un extraño; el que no es miembro
del Opus Dei, aunque también sea católico, o cristiano,
deja de ser un hermano.
Toda la información que recaben los judíos o los miembros
del Opus Dei sólo debe servir para beneficio del judaísmo
o de la Obra, teniendo de esta forma unos controles de
información, unas centrales de datos, impresionantes y gratuitas. Conocer es imperar.
"Todos los judíos, sin excepción, están
obligados por lo menos semanalmente a entregar a su rabino un informe
de todo lo que vean, oigan, lean, etc. en la oficina militar,
política, comercial, de prensa y de toda índole donde
trabajen, así como de todo lo que vean y oigan por la calle, en
el mercado, en la tienda, en la escuela, en el club, en la
instrucción pública, militar, periodística
universitaria, religiosa, económica, sindical o de cualquier
otra
índole donde se encuentren o donde "ocasionalmente tengan
acceso". (110) En
el Opus el paralelismo es idéntico pues todos sus miembros
están obligados a una entrevista semanal con su director
espiritual a la que se denomina "confidencia"
para informarle de las actividades y comunicarle de todo lo que haya
tenido conocimiento, visto, oído, leído en cualquier
medio en que se haya desenvuelto. El director confecciona con todos los
datos que semanalmente le transmiten los miembros un informe que a su
vez lo eleva a los superiores y según su importancia y tras la
valoración e interés de las informaciones, las mismas se
transmiten hasta la cúspide de la Casa Central del Opus en Roma.
En el Opus Dei también existen las criadas - la Obra tiene
centros donde enseña y adoctrina a las jóvenes para el
servicio doméstico en casas de la aristocracia y de la
burguesía; son adiestradas para comportarse como agentes del
espionaje. En su "confidencia semanal" deben relatar las amistades que
frecuentan la casa de donde están prestando servicio, las
llamadas telefónicas que reciben sus señores, la
correspondencia e incluso las conversaciones que escuchan en el hogar.
Existe en el Opus, igual que entre los judíos, la
obligación de denunciar todo lo que pasa en el interior de la
comunidad o del ghetto, en lo que se refiere al cumplimiento de sus
costumbres y normas que en la Obra se denomina la "corrección fraterna". Esta
obligación está dirigida tanto al culpable, a quien hay
que tachar y censurar sus faltas con el fin de que se corrija y al
director espiritual a quien hay que pedir permiso para
desempeñar esta acusación o actuación frente al
culpable, lo que significa que también el director espiritual
está previamente informado del contenido de la denuncia
pública ante los demás miembros del clan.
Estas prácticas ejercen un control y una continua vigilancia
mutua, creando un ambiente de mutua desconfianza, recelo y sospecha que
imposibilita una normal convivencia pero que van configurando el estilo
del judaísmo o el espíritu de la Obra.
La obligación de la denuncia,
con sus continuas sospechas y vigilancia en el Opus es una copia de las
vivencias usuales y comunes de los ghettos
hebreos, en los que se exigía a sus miembros comunicar al
rabino todos los pormenores. Los efectos son idénticos en el
ghetto que en la Obra en tales prácticas. De esta forma se
obliga a todos los miembros a actividades de espionaje y de
investigación, tan útiles para mantener la
cohesión interna y los vínculos de las respectivas
comunidades.
Las "confidencias" semanalmente y la "corrección fraterna" son
piedras angulares en el fundamento de la Obra según la
concepción de Escrivá, siendo, en gran parte, la
razón de sus éxitos y de su expansión en el mundo
entero. Si se suprimieran en el Opus estas técnicas o mecanismos
de control, el edificio comenzaría a resquebrajarse,
derrumbándose y terminando por carecer de fuerza vital.
La información recibida, clasificada, procesada, transmitida a
niveles o escalones superiores según su contenido o su
importancia son una clave del dominio, la hegemonía, la
preponderancia y la falta de escrúpulos y de moral que
desarrolla.
En el Opus diversos países están a la cabeza de la
región. El que sus nombres no sean, por lo general, conocidos,
no se debe únicamente a la casualidad. (111) También en cada
región, ciertos hombres
del sistema están secretamente y en confianza encargados de
funciones y cometidos particulares, bien sea del sector
finanzas, del comercio, de la enseñanza, etc, sin que sus
nombres ni sus misiones sean revelados a los miembros de base y
naturalmente totalmente tapados al conocimiento del resto de los
mortales.
La vida del ghetto en los judíos y del Opus entre los cristianos
repercute en su personalidad y en el interior de sus almas, creando una
"estirpe" secreta y "diferenciada" de los demás de sus
semejantes, a los que ignoran, pues para el judío y para el
Opus, sólo son semejantes los iguales, es decir ellos mismos.
Ellos y sólo ellos son los elegidos, los que han hecho un pacto
con Dios, la Obra de Dios, el pueblo de la Alianza, los hijos de
Israel. Los demás son la basura y la escoria de la humanidad.
Por ello la vida y el ordenamiento jurídico de sus leyes del
ghetto o de sus constituciones interiores prevalecen sobre la
legislación civil o política de cualquier Estado en el
que se asienten.
Si el judaísmo ha sobrevivido
a la dispersión, a la diáspora, o a las contingencias
coyunturales ha sido por su espíritu
de ghetto que ha generado entre los hebreos un fanatismo
despiadado y una fuerza de voluntad fortificada por la
educación, la necesidad y su propia miseria, lo que les ha hecho
concebir una sed insaciable de oro, poder y dominio. Oro, poder y
dominio que son las premisas del Opus Dei, que al igual que en los
ghettos, desde el primer momento se inculcan y estimulan los
sentimientos de odio, intolerancia y orgullo, sentimientos que
experimenta el seleccionado, el "elegido" contra sus adversarios, es
decir, contra todos los que no sean judíos o miembros de la
Obra. Sus pasiones y voluntades se tensan al máximo.
Sus organizaciones, las del Opus y las del ghetto son cerradas; los
judíos forman, como dirían Schiller o Fichte, un Estado
dentro del Estado.
Ghetto y Opus se aprovechan conscientemente de los vicios de sus
miembros, de sus pasiones. Como afirma Brafmann en su libro sobre el
Kahal, "el mantenimiento del
judaísmo sólo fue posible
gracias a la implantación del ghetto. La separación era y
debía ser la solución, separación por el idioma,
la vestimenta, la religión. La religión se
conformó consistentemente como una religión de culto.
Todo judío - lo mismo se puede aplicar a los miembros de la Obra
-se ve obligado intencionadamente a prestar atención a su
religión y a sus prohibiciones casi en cada momento de su vida,
en cualquier pensamiento debido a las innumerables
prescripciones, donde uno es moralmente responsable incluso del
comportamiento vecino. Así, la disciplina del ghetto era la
principal arma defensiva en la lucha por el mantenimiento del pueblo judío y
sus pequeñas colonias" que garantiza la pervivencia.
En el ghetto, como en el Opus, la desobediencia se reprime sin
contemplaciones y la traición no tiene perdón. Se utiliza
el anatema como arma terrible. En el ghetto y en el Opus el ambiente es
de soberbia, orgullo e intolerancia, como corresponde al "pueblo
elegido" sobre una base religiosa. Para esto sirven sobre todo y
fundamentalmente las festividades, los ritos, las celebraciones, las
prácticas, los retiros, los ejercicios, las lamentaciones y los
rezos... Los cuatro pilares básicos del dogma judío eran
la fe en el pacto con Yavé,- el Opus Dei u Obra de Dios
también se considera a sí mismo la élite, los
selectos, los puros y los elegidos; la pureza de la raza, en el Opus
ellos son los inmaculados frente a la contaminación exterior; la
fe en ser el pueblo elegido y en el Mesías; para la Obra el
Mesías redivivo está representado por el propio
Escrivá, cuya figura es objeto de veneración interior.
Ghetto y Opus tienen rasgos defensivos. De ahí por una parte su
odio al "alter" y a la vez su mimetismo, su desarrollo en paralelo con
el secreto de su organización y su fanatismo propio de cerebros
alineados y talmúdicos, su odio y su disimulo, su agresividad o
su servilismo según las circunstancias, y todo ello en aras de
una apariencia de espiritualidad inocua.
En el judaísmo, en la
celebración de las fiestas del Pesaj, los rabinos recalcan que
un solo israelita agazapado, como nos narra la Biblia, pudo apoderarse del gobierno y de las
riquezas de Egipto, con mayor razón puede conseguirlo toda una
comunidad judía, infiltrada en una nación. La
lección silenciosa la aplica el Opus Dei y fue transmitida en
secreto por Escrivá a sus hombres de confianza y a sus
más próximos.
Otra máxima del Talmud que siguen al pie de la letra los
seguidores de Escrivá es aquella que reza: "dondequiera que se
establezcan los judíos, es preciso que lleguen a ser los amos y
mientras no posean el absoluto dominio, deben considerarse como
desterrados y prisioneros, aunque lleguen a dominar algunas naciones,
hasta que no las dominen todas, no deben cesar de clamar:
¡Qué tormento! ¡Qué indignidad!". (112)
De forma inconsciente, en el silencio de la termita, Jesús
Ynfante nos dice del Opus que "lejos de buscar la transparencia, se
entroncan en la oscuridad de los ghettos y de las mafias". (113)
REFERENCIAS
106. Ibid, p 14.
107. Ibid, p 16.
108. Boyer, p 43.
109. Ibid, p 44.
110. Ibid, p 71.
111. Le Vaillant, p 60.
112. Talmud de Babilonia, Tratado Sanedrín, folio 104, column 1.
113. Ynfante, "El silencio de las termitas", p 15.
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